Saludo con gusto, de nuevo, a mis 13 lectores: como saben, falleció de ataque tecnológico agudo nuestro “Tribuna de Los Cabos” Y hace tiempo que mi linda secretaria me insiste en seguir, ahora en esos escabrosos y (para mí, claro) desconocidos terrenos, (tecnología) fueron casi 30 años de contarles mentiras (algunas, como ustedes bien saben, ¡si son verdad!) en ese añorado diario, así que, aunque sea despacito, volveré a las andadas, ya que las mialgias y las artralgias (pregúntenle a Alexa qué son, ¡todo lo sabe!) No me dejan yá! (¡Pinchis reumas!). Reiniciaré con un tema que le interesó a varios, especialmente a un maestro nuestro en la Facultad de Medicina, ahora gran amigo, quién me inició en la microscopía ¡hace unos 60 años! ¡Gracias “Poly”!, Nunca olvido tus clases!
Todo inicia por la publicación en whatsapp de una foto de mi cosecha de ciruelas coloradas en mi huerto, y la mención del ranchero que nos regaló los “tronquitos” de unos 40 cm. y que prendieron: Don Elías Orantes, del rancho “El paloverdal”: conocí este hombre hará unos 73 años, estando en primero de primaria, en que me llevaron allá mis padres y hasta que partió seguí tratándolo… ¡y admirándolo!
Precisamente fue con mi papá que lo visité por última vez y entre ellos escuché una animadísima plática, ¡verdadera asamblea de saudades! ¡Añoranzas, vivencias de los 40, los 50 del difunto siglo! tan aleccionadoras, tan vívidas y presentes en ellos: “¿Te acuerdas Elías cuando se le quemó la casa (y todo) a fulanito allá en “Panamá”?… (otro rancho cercano) “¡pero cómo no me voy a acordar, profe!… si le “vendimos” una casa nueva ¡en $5.00 (cinco pesos)! me acuerdo que “el cuate” Sandez, Don Cirilo, Don Mauricio Peláez, Don Silvestre Izábal (mi abuelo) y todos los profesores cooperaron, ¡no podía creer! Mató cochi e invitó para inaugurar su nuevo palacete de chiname trabado con palo de arco y “techoepalma” (sic) ¡hasta pal’ escusado alcanzó, profe!… ¡Qué feliz se le vio con toda su prole! otros tiempos, otras gentes, otros valores, (¡había!) Don Elías no se aguantó y recordó mi preferida anécdota en ese lugar, la ocasión en que salimos a los venados “a la mesa” de Santiago (dónde está el panteón), de los más antiguos, ahí descansan restos de mis padres, abuelos, tíos, etcétera) mi tío “Kikí” y yo, un púber de 12 años con su “salón” calibre .22 y mi tío con 30-30 éste “le cortó” huella (eso me dijo!) a un “venado” muy grande, y al estilo de mi querido tío (D.E.P.) Cuidado al pisar una rama seca, despacio, ¡no parpadees fuerte!… seguimos (él) las huellas que bajaron al arroyo, ¡llegamos al paloverdal! Y una inconfundible voz nos saludó “Quiubo Kikí! ¿Qué andan haciendo por acá?”… “¡Válgame Elías qué fregado estás: ¡te pasan por un lado los venados y no los ves! mira, ¡esa “juella” venimos siguiendo!”… Don Elías le miró fijamente, luego volteó y me miró (¡Un honor, yo el “gran venadero” con un saloncito .22 en mano!). “Punto y seguido” después, con cierta displicencia y lo que parecía (solo eso) una sonrisa, le esperó rudamente volteando al corral: Mira Kikí, ¡ahí está tu venado! disfrutando de un pequeño charco, a la sombra del palo verde más verde, estaba un berraco enorme, ese cochi, nos explicó Don Elías que subía a la mesa ¡a las ciruelas del monte! muy temprano, regresaba a la querencia a media mañana, peeeero… la huellas del cochi (cerdo para los de la hermana República de Tinguindín Michoacán) son más abiertas ¡y más grandes
Tío Kikí me prohibió terminantemente mencionar el asunto y así lo hice, pero el jefe Elías lo platicó a sus gentes, éstas que iban al pueblo por “bastimento” y… ¡se llegó a saber! Yo, con respeto lo platico ahora, y que mis letras y decires “no jineteyen a los dijuntos” (¡perdón tío Kikí!) En cuanto a Don Elías, siempre lo recordaremos como lo que fue: Un auténtico ranchero Californio!
¡Al cielo se llega con las manos, trabajando! ¡Gracias Don Elías, gracias a la vida que tantas “ciruelas” me ha dado!… Y más, muchísimo más.
¡Hasta pronto paisanos!
Muy bonita historia, y con todo el sabor Choyero, siempre acompañado del momento y la palabra chúsca, que hace del Sudcalifórnio, (si es Cabeño; más todavia). una elegía de la vida del ranchero.
Un reconocimiento al Doctor Hugo Payen Izabal, por tan bonitas historias, que nos hacen recordar, los años felices del hermoso, entónces territorio Sur, de la península Sudcalifirniana.
Las historias de mi doctor Hugo Payen me trasladan a los paisajes de estas tierras con su gente y sus características de personas humildes agradecidas y honesta concluyo felicitando a mi doctor y hastaa la róxima lectora